Sobre fines de siglo empieza a insinuarse un fenómeno muy argentino y de gran gravitación: el tango. Dejando de lado a cierto baile negro llamado así y que se había escuchado ya en la primera mitad del siglo XIX, menciono aquello que eventualmente será llamado tango argentino, para separarlo del tango gitano europeo en sus diversas variantes. Pero aquí sólo hago esta brevísima referencia, ya que mi colega Pablo Kohan desarrolla el tema en otro trabajo de este libro.
Retomamos ahora la síntesis operística, ya en el último cuarto del s.XIX. El gran acontecimiento de 1876 fue la presencia del célebre tenor español Julián Gayarre, que cantó ocho óperas en su única visita a Buenos Aires. En el Teatro de la Opera se estrenaron dos óperas de Ambroise Thomas: “Mignon” y “Hamlet”, por una compañía francesa que hizo otra docena de obras, muchas de ellas injustamente dejadas de lado en la actualidad. En la temporada siguiente el hecho más significativo fue el estreno de la primera ópera argentina con repercusión local, aunque en italiano: la ya mencionada “La gatta bianca” de Francisco Hargreaves, intento pionero de agregar creación argentina al género de tanto éxito. Y con el apoyo del Presidente Nicolás Avellaneda, presente en la primera noche. Si Gayarre deslumbró dos años antes, 1878 fue la temporada del gran Francesco Tamagno en siete óperas. Volvió en la temporada siguiente , año en el que además se vio por primera vez una ópera de Massenet (fue “El Rey de Lahore”) y una opereta de Johann Strauss II (“Indigo y los 40 ladrones”); una espléndida zarzuela de Barbieri fue estrenada: “El Barberillo de Lavapiés”. Pero en esta abundante oferta seguía ausente la ópera alemana. Otra cosa importante fue la inauguración del Teatro Politeama. Nada pasó de valía en 1880, pero en 1881 se estrenó “Mefistofele” de Boito y se escuchó al gran barítono Mattia Battistini, además de estrenarse “Carmen” de Bizet por la compañía francesa de Lucy Privat. Con Paola Marié de primera figura, ofrecieron unas 15 óperas y operetas francesas.
La temporada 1882 tuvo intérpretes valiosos (¡53 funciones con Tamagno!) pero no hubo estrenos de relevancia; el siguiente año en cambio tuvo elencos de calidad dispar, aunque trajo el primer Wagner que aquí se vio: pese a los cortes, a la orquesta incompleta y a darse en italiano, “Lohengrin” tuvo éxito. Nuevamente brilló Tamagno en 1884 y se estrenó “La Gioconda” de Ponchielli. No fue 1885 un año interesante; en 1886 dominó la opereta con un enorme repertorio que incluyó piezas como “Boccaccio” de Von Suppé, “El estudiante mendigo” de Millöcker o “La Mascotte” de Audran. Y apareció Puccini con su primera ópera, “Le Villi”. Dos importantes estrenos en 1887: “Roméo et Juliette” de Gounod y “El Holandés Errante” de Wagner (en italiano y con el nombre erróneo de “El Buque Fantasma”, que se siguió usando hasta hace pocas décadas). Fue 1888 un gran año, tanto por los elencos como por el repertorio, en el que se estrenaron “Otello”de Verdi , “Les pêcheurs de perles” de Bizet y “Lakmé” de Delibes (con Adelina Patti). Y en el género chico, “La Gran Vía”. Fue éste el año en el que, tras cerrar su temporada, el viejo Colón fue transformado en el actual Banco Nación en Plaza de Mayo. ¡Claro está que funcionaban en ópera u opereta el Politeama, el Nacional, el Doria, el Variedades y el San Martín! Alrededor de 60 obras pudieron apreciarse ese año en nuestra capital.
El cierre del Colón, que daba la temporada más importante, estimuló la reapertura del refaccionado Teatro de la Opera en 1889. La segunda versión de “Simone Boccanegra” de Verdi fue estrenada con nada menos que Mattia Battistini. Ya desde 1890 el Teatro de la Opera dominará hasta que se inaugure el nuevo Colón en 1908. En el Variedades un elenco francés ofreció 30 títulos, estrenando “Manon” de Massenet. Y allí no terminó la sobreabundante actividad: una compañía italiana estrenó “Gasparone” de Millöcker, “Una noche en Venecia” de Johann Strauss II e “Il Campanello” de Donizetti. Y en el teatro Nacional una compañía inglesa ofreció cuatro obras de la tan ingeniosa dupla Gilbert and Sullivan: “H.M.S. Pinafore”, “The Mikado”, “The Pirates of Penzance” y “Trial by jury”. Ojalá pudiéramos tener en la actualidad una oferta tan variada e inclusiva. O sea que la ciudad cosmopolita en continuo crecimiento absorbía repertorios de distintos orígenes, aunque el italiano predominaba.
En 1891 apareció el “verismo” de la mano de Mascagni y su “Cavalleria Rusticana”. El mismo autor figuró con otro estreno en 1892: “L’amico Fritz”. “Falstaff” de Verdi fue el estreno de campanillas de 1893, con Antonio Scotti, pero también fueron muy importantes como novedades “Manon Lescaut” de Puccini e “I Pagliacci” de Leoncavallo: brillaban tanto la vieja escuela italiana como la nueva. También se conoció “Mireille” de Gounod. El gusto estaba cambiando y se relegaba el “bel canto” de principios de siglo. Al año siguiente Wagner tuvo su tercer estreno, aunque siempre en italiano: “Tannhäuser”.Se conocieron muchas zarzuelas, entre ellas “La Verbena de la Paloma”, y también operetas como “El Pajarero” de Zeller ,y el otro “Barbero de Sevilla”, el de Paisiello, retrotrajo al público al entonces raramente transitado siglo XVIII. Y la única ópera de Offenbach, “Les Contes d’Hoffmann”, fue ofrecida por una compañía francesa.
Los estrenos de 1895 fueron varios pero menores. En 1896 fue importante conocer “Sansón y Dalila” de Saint-Saens con Tamagno y Guerrini, y ese éxito perenne, “La Boheme” de Puccini. En el repertorio español, “La Dolores” de Bretón y “El Baile de Luis Alonso” de Jiménez; en el inglés, “The Gondoliers” de Gilbert and Sullivan . Quien haya sido un “habitué” en esas tres últimas décadas tuvo el privilegio de apreciar un enorme repertorio con muchas de las más brillantes estrellas. Un argentino de cincuenta años con cierta sofisticación y tesón estaba entonces a la par con cualquier aficionado europeo.
Entre los cinco estrenos del Teatro de la Opera en 1897 se destacan “Werther” de Massenet y “Andrea Chénier” de Giordano. El San Martín da a conocer “Salvator Rosa” de Gomes y el Victoria dos óperas argentinas: “Los estudiantes de Bolonia” de Hargreaves y “La Esmeralda” de García Lalanne. La temporada 1898 tuvo un extraordinario estreno: “Los Maestros Cantores de Nuremberg” de Wagner, en italiano, director Leopoldo Mugnone, con estrellas como Mario Sammarco y Giuseppe Borgatti. El año siguiente vio los estrenos de la obra maestra de Gluck, “Orfeo ed Euridice” , y de la otra “Boheme”, la valiosa pero relegada de Leoncavallo. Pero mucho más trascendente fue conocer “La Walkyria” de Wagner. En esa formidable temporada también se estrenaron “Fedora” de Giordano, “Iris” de Mascagni, “Sapho” de Massenet, “La Reina de Saba” de Goldmark y “Yupanki” de Beruti. Enrico Caruso en su primera temporada porteña cantó siete roles.