Debe tenerse en cuenta también la pobreza y debilidad de las ciudades en esa etapa de fines del s.XVI y primera mitad del s. XVII; no hay que olvidar que la riqueza para España provenía de Perú y Bolivia y que los barcos que la llevaban no eran los del Río de la Plata sino los del Callao, el puerto de Lima, que con frecuencia adoptaban no el curso Sur vía Cabo de Hornos sino el Norte hasta Panamá, cruce del istmo por tierra, y luego otra nave desde el Caribe a España. La vida era dura para todos en nuestro territorio.
Algunas figuras merecen destacarse en su esfuerzo por aportar música culta a nuestro país en formación. San Francisco Solano , dice Lange, “entró al Tucumán en noviembre de 1590, empleando la música como el elemento más persuasivo para la conversión de los indígenas”. Y para su pacificación, puede agregarse. Es famosa la imagen de San Francisco tocando su violín. Las reducciones o pueblos de misiones fueron fundados por los jesuitas a partir de 1609 y desde el principio pusieron el acento en las artesanías y la música.
Instrumentos: algunos se importaron de Europa, otros se construyeron aquí aunque bastante precariamente. Tomemos como ejemplo el pueblo de Humahuaca en Jujuy. Ya en 1673 logran adquirir un órgano en Potosí, pero tenía un solo teclado, pocos registros y una pequeña pedalera. Potosí también les proveyó en las siguientes décadas tres chirimías (“shawm”, el antecesor del oboe) en tres tamaños, tres flautas también de tres tipos y un fagote. Desde 1715 se menciona a un maestro de capilla y a cantores indios. Era generalizado el uso de guitarra y arpa en los servicios religiosos.
Tengamos en cuenta también que no existía en esa época el músico profesional (definido como aquel que hizo estudios académicos y que era remunerado por su trabajo). Los músicos blancos eran generalmente sacerdotes de cierta cultura que tenían rudimentos musicales, los negros y mulatos eran esclavos y los indígenas vivían en reducciones manejadas por los blancos; rara vez eran remunerados, e incluso el hecho de que hubiese disponibilidad de músicos de esas etnias hizo que muy pocos blancos estudiaran música, ya que a ellos sí se los hubiera remunerado. El único compositor blanco de prestigio fue el ya mencionado Zipoli. Con frecuencia esos negros e indígenas tocaban de oído ya que eran analfabetos. Y en ciertos casos se les enseñaba desde la infancia para tener niños cantores.
Tengamos también en cuenta la natural tendencia a la danza de los negros y su intervención en fiestas tocando y bailando la música popular de entonces. A veces fueron los mismos sacerdotes los que alentaron estas prácticas para que la alegría de los festejos varios, religiosos y profanos, paliara las dificultades de la vida; pero hay testimonios de casos donde hubo hechos de sangre como consecuencia de una exagerada exaltación.
En las reducciones de guaraníes los padres jesuitas intentaron lograr una comunidad cerrada y civilizada, con tratamiento humano, y procuraron que los naturales no fueran abusados por los colonizadores. Los padres Sepp y Paucke han dejado relatos detallados de ciertos aspectos importantes de la práctica musical. Nos indican la intensidad del cultivo del arte de los sonidos, la fabricación de instrumentos, la práctica coral, un repertorio barroco de orientación alemana . Anton Sepp (1655, Tirol – 1733) hizo gran obra en Yapeyú dentro de una línea de polifonía predominantemente bávara, como la de Melchior Gletle. Cita compras de instrumentos europeos como un clavicordio y una espineta. Escribe con entusiasmo sobre el don de imitación de los guaraníes, como el indiecito de doce años “que tocaba a la perfección sonatas, alemandas, sarabandas, corantos y balletos de compositores bávaros”. Menciona sin entusiasmo a obras holandesas y españolas. Formó en un año, según sus palabras, a 30 chirimistas, diez cornetistas y diez fagotistas además de cincuenta tiples. Construyó un órgano con pedalera y un arpa con doble encordado. En cuanto a Florian Paucke (1719, Silesia – 1775) logró resultados admirables con los indios mocobíes, pese a que esta etnia estaba aun en etapa salvaje. Nos dice Lange: presentó “en Santa Fe, durante las vísperas y los sagrados oficios, su conjunto coral, acompañado por ocho violines, dos violones, un violoncelo, dos arpas y una trompa marina”. Paucke expresó, “con respecto a la música religiosa en Buenos Aires, que sólo se realizaba con cantoría y acompañamiento de órgano, sin otro instrumental”.
También hubo padres belgas como Jean Vaisseau (1584-1630) o franceses como Louis Berger (un conjunto actual especializado en Barroco Americano ha tomado justamente este nombre y apellido para identificarse), que vivió entre 1584 y 1639, que trajeron otras tradiciones musicales .
Tenemos una valiosa referencia relatada por el Padre Francisco Javier Miranda con respecto al mantenimiento de la música en la Colonia: “que los Procuradores Generales, que venían a Roma y Madrid cada sexenio por los negocios de la Provincia, recogiesen y comprasen las nuevas y mejores composiciones o papeles de música en el género sagrado y eclesiástico: los cuales copiados por nuestros indios, que son exactísimos en esta parte, se distribuían en las Misiones y Colegios”. “Del mismo modo hubieran podido las ciudades, las catedrales y otros cuerpos introducir y mantener la música. El hecho es que, o por desidia, o por ahorrar gastos, no lo hacían; y en las funciones eclesiásticas ordinarias se contentaban con cantar lo que ocurría a capricho, con un organillo mal o bien aporreado, de una harpa mal arañada, y de alguna guitarrilla de mala muerte”. “En las fiestas regias y más clásicas nos pedían las Catedrales y los Conventos nuestra Música instrumental y vocal, toda compuesta de nuestros negros esclavos, que les concedíamos con mucho gusto, sin paga de interés alguno”.
Desgraciadamente no nos han llegado inventarios de los repertorios, que hubieran sido fascinante lectura, pero en cambio hubo abundante mención de instrumentos, que fueron en verdad abundantes e incluyeron algunos de uso renacentista, desfasados con respecto al Barroco europeo, como los rabeles o los salterios y las liras. Incluso pudieron identificarse las especialidades de ciertas misiones en la construcción de determinados instrumentos (p.ej., arpas, claves y campanas en la Candelaria, o rabeles en Yapeyú).
Conviene destacar la proeza de la construcción abundante de órganos (y por ende la presencia de organeros) en comarcas sin tradición que debieron proceder por intuición y prueba y error más que por método. Sin embargo, el francés Luis Joben realizó varios órganos de buena técnica a partir de 1785; uno se conserva en la Catedral de Buenos Aires. También tuvo mérito la fundición de campanas, otra artesanía difícil que se llegó a dominar.